Datos preliminares de un estudio de patrones de actividad en los adolescentes, realizado por el Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni) en una muestra tomada en escuelas bonaerenses de San Martín y San Isidro sobre niños de muy variados ambientes socioeconómicos, revelan que la actividad física de estos chicos es reducida y que, paradójicamente, se limita especialmente en los fines de semana. Los investigadores han utilizado un dispositivo que se conoce como acelerómetro, que permite determinar con precisión las actividades de los chicos. Este aparato registra los movimientos en forma electrónica, en las tres dimensiones del espacio. El dispositivo, que el niño solamente se quita para dormir, muestra las variaciones de la actividad física a lo largo del día y grafica los datos obtenidos como lo hacen muchos otros aparatos usualmente empleados en las prácticas médicas. La información es llevada a un programa de computadora que la procesa de variadas maneras, empezando por el fundamental problema de la cantidad de calorías consumidas. Los resultados reflejan lo que se podía esperar: hay, en la muestra analizada, un 30 por ciento de niños con sobrepeso y un 11 por ciento con obesidad. Conviene recordar aquí que para saber si una persona está por debajo de su peso o tiene sobrepeso u obesidad hay que conocer su índice de masa corporal (IMC), que es la relación entre la estatura y el peso de una persona. El IMC se obtiene de dividir el peso (en kilos) por la altura (en metros) al cuadrado; un IMC de entre 20 y 25 puntos indica peso normal; de entre 25 y 30, sobrepeso, y de más de 30, obesidad. Las cifras obtenidas por el estudio de Cesni no difieren sensiblemente cuando se pasa de los hogares de buenos niveles económicos a las poblaciones marginadas. Los chicos cartoneros desarrollan, obviamente, una importante actividad física, pero igualmente suelen pasar largas horas en sus casas viendo televisión mientras cuidan a un hermano menor, por ejemplo. Entre ellos, una dieta desequilibrada, centrada en los hidratos de carbono, puede provocar la engañosa obesidad del mal nutrido, que forma parte de los trastornos asociados al doble problema de la alimentación deficiente y la ausencia de una actividad física adecuada. Se conoce que las largas permanencias de los chicos frente a las pantallas de televisión o de computadora están relacionadas con este problema. En tiempos lejanos, en que las calles eran más seguras, en todos los sentidos posibles, tanto los varones como las mujeres desarrollaban actividades que hoy casi no se ven, salvo en los pueblos pequeños donde ni los riesgos viales ni la inseguridad son problemas significativos. Es muy razonable que los padres prefieran tener a sus hijos detrás de las paredes de su casa que exponerlos a peligros que crecen continuamente. La obesidad no es precisamente un mal menor y está asociada a diversas patologías que obligan a la intervención de los médicos, a veces en edades tan tempranas que podrían creerse imposibles. Los pediatras saben muy bien cuántas veces deben recomendar dietas a pequeños de muy pocos años, sobre todo para bajar su incipiente colesterol, lo que en otras épocas hubiera resultado impensable. No siempre resulta fácil encontrar los lugares apropiados para atender estos problemas, pues las escuelas no suelen estar preparadas para enfrentarlos y los centros públicos destinados a la recreación y al deporte tampoco abundan. Todo indica la necesidad de promover campañas de concientización entre todos, adultos y niños, como también de multiplicar las ofertas de lugares destinados a ayudar a los chicos en algo aparentemente sencillo, pero que lamentablemente no lo es, como realizar una vida activa y sana.
Fuente:
La Nación.com
15 de Mayo de 2008
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