martes, 31 de julio de 2007

Lectura, ¿factor de longevidad?



El no leer podría impedir que obtenga información crítica con respecto a su salud, lo que como consecuencia, acortaría su vida. David Baker de la Universidad de Northwestern, en Chicago, publicó estudios en los que se demuestra que además de las implicaciones culturales que implica la falta del hábito de la lectura, esta carencia también puede influir al grado de acortar o alargar la vida.
Desafortunadamente, son muy pocas las personas a nivel mundial que tienen conocimientos básicos entorno de la literatura asociada con cuestiones de salud.
La investigación señala que las personas mayores con niveles inadecuados de lectura en materia de salud, es decir con capacidad limitada o nula para comprender a cabalidad los términos médicos y farmacológicos, podrían ver reducidas sus expectativas de vida en relación con quienes poseen una “cultura literaria” más amplia en el rubro.
Los resultados sugieren que, por ejemplo, los individuos incapaces de comprender las indicaciones y contraindicaciones impresas en medicamentos de uso delicado, presentan tasas de mortandad hasta 50% más elevadas, comparadas con las personas que efectúan lecturas adecuadas.
En este punto, conviene destacar que los niveles de “cultura de la salud” toman como parámetro un índice que evalúa la capacidad para comprender materiales básicos asociados con la salud, como los impresos en las etiquetas de los medicamentos, las formas hospitalarias y las recetas médicas.
“Es cuestión de vida o muerte. El número de decesos entre las personas con bajo índice de lectura o comprensión de la misma en materia de medicina y salud es enorme”, comentó Baker.
El experto señaló que “cuando los pacientes son incapaces de leer, no están en posición de hacer las cosas que se requieren para mantenerse saludables. No saben cómo tomar sus medicamentos correctamente ni entienden cuándo deben buscar ayuda médica, ni como cuidar sus enfermedades”, y agregó que esas son las razones por las cuales las personas son más susceptibles de acortar su existencia.
Los resultados del estudio, comenzado en 1997, mostraron una urgente necesidad de encontrar alternativas para “educar” a los pacientes acerca de sus estados de salud y los cuidados que requieren. Utilizar un lenguaje llano, que el promedio de las personas entienda es una de las opciones.
La idea es eliminar la jerga especializada del lenguaje de los médicos, así como de los materiales impresos asociados con cuestiones de salud. Un ejemplo de ello sería decir “azúcar” en lugar de “glucosa” cuando se trata de diabetes.

Fuente:

Periódico Digital Puebla

31 de Julio de 2007



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