Andrea Arabia
Autor: M. NIEBLA
Pérdida de apetito, calambres, taquicardia, dolor de cabeza, mareos, vómitos, fatiga, aumento del ritmo cardíaco, dificultad de concentración... Si un día de calor presentas alguno de estos síntomas, interrumpe cualquier actividad física que estés realizando, refréscate y bebe abundante líquido: lo más probable es que estés sufriendo un proceso de deshidratación.
Los golpes de calor, muy frecuentes en estas fechas por culpa de las altas temperautras, son la trágica consecuencia de un complejo proceso fisiológico. El organismo, durante su actividad diaria, sufre continuas pérdidas de líquidos a través de la piel por la sudoración, de la orina, etc. Para reequilibrar este balance hídrico es necesario y vital reponer estas sustancias. Pero, ¿cómo sabemos si le debemos agua al cuerpo? Para el dr. Luis Bujanda, vicesecretario de la Asociación Española de Gastroenterología, “no es conveniente guiarse por la sensación de sed, puesto que esta señal de alerta está originada cuando se ha producido ya una disminución del volumen total de agua en el cuerpo”. Según este experto, es conveniente ingerir de cuatro a 10 vasos de líquidos al día, aunque no se tenga sed, especialmente en situaciones de calor. Los más vulnerables Junto con una insuficiente ingesta de líquidos, otras de las causas más habituales de la deshidratación son las diarreas y los vómitos, la sudoración excesiva, el uso de determinados fármacos como los diuréticos, los procesos febriles y las enfermedades crónicas. El dr. José Luis Calleja, miembro de la Sociedad Española de Patología Digestiva, advierte de que en estos casos “hay que prestar especial atención cuando se manifiesta sed, sequedad de las mucosas y de la piel, variaciones en la cantidad y el color de la orina, y pérdida de peso”. Pero si este estado carencial constituye un riesgo para el conjunto de la población, existen grupos que, por sus especiales características, son más susceptibles de padecer sus consecuencias, como: lactantes, niños, personas mayores, embarazadas o madres en fase de lactancia. Esto se explica, entre otros factores, por sus condiciones fisiológicas y la cantidad que representa el líquido en su peso corporal total. • Niños y madres. Su cuerpo tiene mayor porcentaje de agua que el de los adultos y tienden a beber menos, ya que su percepción de la sed está menos desarrollada. Según la dra. Mª Luisa López, coordinadora del grupo de nutrición de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria, “los lactantes y los niños necesitan proporcionalmente más aporte de líquidos que los adultos y tienen mayor riesgo de deshidratación: se recomienda la lactancia materna (no hace falta darle biberón de agua si se está amamantando) y respetar las proporciones de agua y leche en la preparación del biberón”. Por su parte, las madres en periodo de lactancia deben tener en cuenta que la leche materna contiene un 90% de agua, “por lo que deberían ingerir entre ocho y 14 vasos de líquido al día”, según la dra. López. • Personas mayores. Es uno de los colectivos que más sufre las consecuencias del calor. Según la endocrina y nutricionista Pilar Matía, “la disminución de la sensación de la sed es la principal causa de deshidratación. Para evitarla es mejor ofrecerles bebidas en pequeñas cantidades que insistir en la ingesta de grandes volúmenes de líquidos”. • Deportistas. El esfuerzo y las grandes pérdidas por la sudoración pueden alterar la percepción de sed. El dr. Alberto Sacristán, miembro del grupo de trabajo de Alimentación y Nutrición de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria, explica que para prevenir la deshidratación y mejorar el rendimiento “es conveniente hidratarse antes, durante y después de realizar ejercicio físico, y evitar practicarlo en los momentos del día de mayor calor”.
NO TE SALTES NI UN PASO1. Aunque no se tenga sed y no se haga deporte, hay que beber hasta 10 vasos de líquidos al día. 2. Consumir ciertos alimentos con un alto porcentaje de agua puede ayudar a mantener un buen nivel de hidratación: frutas y verduras (melón, sandía, pomelo, uva, naranja, tomate, zanahoria, calabaza, etc.). 3. Es conveniente hidratarse antes, durante y después de practicar deporte, y evitar hacerlo en los momentos del día de mayor calor. 4. Para ayudar a alcanzar la ingesta diaria adecuada, se recomienda tomar bebidas de sabores. 5. Es aconsejable consumir bebidas con sales minerales y glucosa que pueden facilitar una mejor rehidratación en situaciones de deshidratación leve. 6. No son recomendables las bebidas alcohólicas para evitar la deshidratación, porque incluso pueden llegar a provocarla. En caso de comidas copiosas, se requiere un aporte suplementario de líquidos.
Autor: M. NIEBLA
Pérdida de apetito, calambres, taquicardia, dolor de cabeza, mareos, vómitos, fatiga, aumento del ritmo cardíaco, dificultad de concentración... Si un día de calor presentas alguno de estos síntomas, interrumpe cualquier actividad física que estés realizando, refréscate y bebe abundante líquido: lo más probable es que estés sufriendo un proceso de deshidratación.
Los golpes de calor, muy frecuentes en estas fechas por culpa de las altas temperautras, son la trágica consecuencia de un complejo proceso fisiológico. El organismo, durante su actividad diaria, sufre continuas pérdidas de líquidos a través de la piel por la sudoración, de la orina, etc. Para reequilibrar este balance hídrico es necesario y vital reponer estas sustancias. Pero, ¿cómo sabemos si le debemos agua al cuerpo? Para el dr. Luis Bujanda, vicesecretario de la Asociación Española de Gastroenterología, “no es conveniente guiarse por la sensación de sed, puesto que esta señal de alerta está originada cuando se ha producido ya una disminución del volumen total de agua en el cuerpo”. Según este experto, es conveniente ingerir de cuatro a 10 vasos de líquidos al día, aunque no se tenga sed, especialmente en situaciones de calor. Los más vulnerables Junto con una insuficiente ingesta de líquidos, otras de las causas más habituales de la deshidratación son las diarreas y los vómitos, la sudoración excesiva, el uso de determinados fármacos como los diuréticos, los procesos febriles y las enfermedades crónicas. El dr. José Luis Calleja, miembro de la Sociedad Española de Patología Digestiva, advierte de que en estos casos “hay que prestar especial atención cuando se manifiesta sed, sequedad de las mucosas y de la piel, variaciones en la cantidad y el color de la orina, y pérdida de peso”. Pero si este estado carencial constituye un riesgo para el conjunto de la población, existen grupos que, por sus especiales características, son más susceptibles de padecer sus consecuencias, como: lactantes, niños, personas mayores, embarazadas o madres en fase de lactancia. Esto se explica, entre otros factores, por sus condiciones fisiológicas y la cantidad que representa el líquido en su peso corporal total. • Niños y madres. Su cuerpo tiene mayor porcentaje de agua que el de los adultos y tienden a beber menos, ya que su percepción de la sed está menos desarrollada. Según la dra. Mª Luisa López, coordinadora del grupo de nutrición de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria, “los lactantes y los niños necesitan proporcionalmente más aporte de líquidos que los adultos y tienen mayor riesgo de deshidratación: se recomienda la lactancia materna (no hace falta darle biberón de agua si se está amamantando) y respetar las proporciones de agua y leche en la preparación del biberón”. Por su parte, las madres en periodo de lactancia deben tener en cuenta que la leche materna contiene un 90% de agua, “por lo que deberían ingerir entre ocho y 14 vasos de líquido al día”, según la dra. López. • Personas mayores. Es uno de los colectivos que más sufre las consecuencias del calor. Según la endocrina y nutricionista Pilar Matía, “la disminución de la sensación de la sed es la principal causa de deshidratación. Para evitarla es mejor ofrecerles bebidas en pequeñas cantidades que insistir en la ingesta de grandes volúmenes de líquidos”. • Deportistas. El esfuerzo y las grandes pérdidas por la sudoración pueden alterar la percepción de sed. El dr. Alberto Sacristán, miembro del grupo de trabajo de Alimentación y Nutrición de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria, explica que para prevenir la deshidratación y mejorar el rendimiento “es conveniente hidratarse antes, durante y después de realizar ejercicio físico, y evitar practicarlo en los momentos del día de mayor calor”.
NO TE SALTES NI UN PASO1. Aunque no se tenga sed y no se haga deporte, hay que beber hasta 10 vasos de líquidos al día. 2. Consumir ciertos alimentos con un alto porcentaje de agua puede ayudar a mantener un buen nivel de hidratación: frutas y verduras (melón, sandía, pomelo, uva, naranja, tomate, zanahoria, calabaza, etc.). 3. Es conveniente hidratarse antes, durante y después de practicar deporte, y evitar hacerlo en los momentos del día de mayor calor. 4. Para ayudar a alcanzar la ingesta diaria adecuada, se recomienda tomar bebidas de sabores. 5. Es aconsejable consumir bebidas con sales minerales y glucosa que pueden facilitar una mejor rehidratación en situaciones de deshidratación leve. 6. No son recomendables las bebidas alcohólicas para evitar la deshidratación, porque incluso pueden llegar a provocarla. En caso de comidas copiosas, se requiere un aporte suplementario de líquidos.
Fuente:
MujerHoy.com
3/08/09
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