lunes, 10 de noviembre de 2008

¿Te obsesionan las calorias?


Algunas personas han desarrollado un "filtro calórico", a través del cual evalúan el mundo y sus alrededoresLas calorías que queman o ingieren son el punto de referencia para determinar y regu lar el gu sto y el disgusto, lo aceptable y lo inaceptable.
Esta degradación energética del principio del placer puede verse tanto en lo gastronómico como en cualquier actividad que implique la aparición de grasa, gordos indiscretos, "bananos", "llantas" u otras desproporciones físicas.
Como casi todo pasa por este "decodificador calórico", cada tarea a realizar es sometida a un minucioso examen alimenticio, para no traspasar los límites grasos permitidos.
Por ejemplo, una invitación a Cartagena, puede disparar, de manera automática, una preocupación cuasi existencial sobre el consumo nutritivo probable.
El pensamiento puede ser como sigue:
"Dios mío, tomaré trago, habrá pescado frito con patacones y arroz con coco (¡frito!, ¡patacones!, ¡coco!, ¡millones de calorías!)...
Y además no podré ir al gimnasio... ¡Para qué me habrán invitado!".
No importan el mar, los amigos o las amigas, la diversión o el despeje mental; lo fundamental, lo que en verdad interesa, el sentido de la vida, es mantener el peso bajo control, guardar la figura cueste lo que cueste.
Conozco a alguien que prefirió no ir a Europa para no "descuadrarse" con las comidas.
Muchas jóvenes andan pegadas a un tetero con agua, como si padecieran de una extraña regresión al seno materno, y se niegan rotundamente a comer pastas, a saborear un delicioso helado o a incursionar en una exube rante pizza doble queso con peperoni.
Sólo aceptan la carne magra con ensalada, sobre todo esta última. Cuando ven una mezcla de berros, lechuga y hortalizas, se abalanzan.
El alivio es total : nada de culpa, nada de ansiedad.
El vino, un coctel, un queso maduro, las aceitunas, el jamón serrano, las inofensivas nueces, o cualquier comestible que no sea dietético, son excluidos por peligrosos e inconvenientes, un atentado a la imagen corporal.
Un día sin ir al gimnasio es motivo de depresión y autocondena, porque todo lo que haga sudar es bendito y sagrado.
El hedonismo queda limitado a la pesa, y asfixiado en un ideal cada vez más anacrónico de belleza.
Lo que engorda es malo y lo que adelgaza es bueno: la erudición de los "morfos".
publicidadLa obstinación de supeditar la felicidad al consumo calórico va creando una filosofía de vida cicatera y represiva.
NO digo que nos desmandemos y hagamos un rito ampuloso a la obesidad, ya que es físicamente insano, sino que dejemos a un lado la obsesión por el "contenido energético" y nos desapeguemos del cuerpo y sus proporciones para disfrutar lo cotidiano, así sea de vez en cuando.
No podemos constreñir nuestra existencia vital a los carbohidratos y los complejos vitamínicos.
Por evitar la adicción a la comida, hemos caído en otra forma de adicción, más famélica, pobre en encantos, apocada y descolorida : la restricción calórica.
Reducir la autoestima a una tabla morfológica, es una manera de matar el espíritu sibarita que habita en cada una y uno de nosotros, y "alimentar" la absurda idea de que somos primordialmente tejidos musculares, bien o mal agrupados, pero tejidos al fin.
(todamujer.com)


Fuente:

El Mañana

10 de Noviembre de 2008



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