lunes, 22 de septiembre de 2008

Cuando el espejo nos engaña



MADRID.- Durante siglos el sobrepeso se consideró un signo de belleza, pero las tornas han cambiado. La publicidad muestra unos nuevos prototipos perfectos de delgadez como ideal de belleza, éxito y felicidad. Éstos son, en parte, los responsables de la inseguridad adolescente, una etapa donde el aspecto físico toma una especial importancia. Cuando se coloca la comida como el eje central de la vida, comienzan los problemas.
La anorexia es una enfermedad psicológica que afecta a jóvenes de entre 12 y 25 años que no aceptan su apariencia física. Se trata de personas perfeccionistas, excelentes estudiantes, preocupadas por la opinión de los demás, con baja autoestima, altas aspiraciones y con gran autocontrol. La anoréxica no tiene conciencia de que está enferma, porque a pesar de que deja de comer, la percepción que tiene de su cuerpo está distorsionada y sigue viéndose gorda. Esto le lleva a reducir al máximo la comida, realizar ejercicio físico en exceso, e inducirse vómitos y abusar de laxantes.
El joven empieza a desarrollar ciertos trucos: esconde la comida en los bolsillos o la mantiene en la boca hasta que se levanta de la mesa. Cuando la situación es insostenible, la solución es acudir a un especialista. En el Hospital Niño Jesús de Madrid llevan a cabo tres tipos de tratamiento: hospitalización domiciliaria, ingreso y hospital de día. Tras esto, se desarrolla el programa de post alta para evitar recaídas y se hace un seguimiento durante dos años más. "En total son cinco años. Hay un porcentaje del 68% de recuperaciones totales, por lo que también hay muchos que no tienen recuperación", asegura el doctor Gonzalo Moraldé. El psicólogo Ángel Villa asegura que "es muy importante que confíen en nosotros para que vean a través de nuestros ojos y se den cuenta de que su percepción no va acorde con la realidad".
María del Henar Vaquerizo tiene 14 años y es una de las jóvenes que acude al centro una vez a la semana, tras haber estado ingresada un mes y otro periodo en el hospital de día. Tras ocho meses de tratamiento, es una de los casos más esperanzadores. "Siempre fue una niña muy alegre y de repente le entró una depresión y dejó de comer. Al principio no nos dimos cuenta y después se me cayó el mundo encima porque desconocía qué pasaba. Ahora, viendo lo que hay en otras pacientes, mi hija es de las más afortunadas", cuenta su madre.


Fuente:

El Mundo.es

22 de Septiembre de 2008



No olvides visitar