Que hombres y mujeres somos diferentes es obvio, pero por si quedaba alguna duda los estudios lo confirman aún más y se manifiesta en hábitos tan livianos como en la forma de alimentarnos. Ellos prefieren las carnes y la comida congelada y ellas, las verduras.
Es el resultado de un estudio presentado en la Conferencia Internacional sobre Enfermedades Infecciosas Emergentes, surge de una encuesta realizada entre 14.000 adultos estadounidenses. Los investigadores, han descubierto que los hombres prefieren consumir carne y mariscos; en cambio, las mujeres escogen las verduras, sobre todo las zanahorias y los tomates, además de las frutas como la manzana y las frambuesas, y los frutos secos, como las almendras y las nueces.
Mientras ellas se muestran partidarias por los huevos y los yogures ellos optan por el clásico asado y las carnes rojas, a ser posible muy crudas. En general, los hombres prefieren las comidas ricas en calorías, mientras que las mujeres buscan dietas saludables y livianas.
Herencia ancestral
Los investigadores creen que estas preferencias se pueden deber en parte a que el hombre primitivo era cazador. Necesitaba comer carne para protegerse de las inclemencias del tiempo, para aumentar su fuerza y musculatura y luchar contra los animales. No tenía tiempo para recoger frutas y hortalizas.
Las mujeres por el contrario se quedaban con sus hijos y tenían un acceso más fácil a los frutos, a las verduras y a la leche de los animales domésticos. Sólo cuando llegaban los hombres su dieta se enriquecía con carnes.
Cuidar el cuerpo
Los nutricionistas consideran que el hombre come mucho peor que la mujer. Ellas tienen más conciencia sobre la necesidad y la importancia de comer sano, quieren cuidar su silueta y su salud. El hombre, sin embargo, tiende a consumir carnes porque busca un mayor desarrollo muscular y culturalmente está marcado por una alimentación rica en calorías.
Sólo cuando el hombre sufre una enfermedad, si se le diagnostica hipertensión, infarto o si se le dispara el colesterol, cambia de actitud. No menos cierto es que algunos hombres de cierta edad y status social empiezan a comer sano para no aumentar de peso, y para estar a la altura de su pareja, que, en mucho casos, son varios años menores.
Culturalmente, el hombre está más atado a los placeres del comer. No se les puede cambiar los hábitos muy fácilmente. Pero la mujer está más predispuesta a lo nuevo. De hecho, hay más mujeres que hombres vegetarianas. Esta elección por las frutas y por las verduras le confiere a la mujer más protección contra enfermedades cardiovasculares, degenerativas y neurodegenerativas, artereoesclerosis, infartos y cáncer.
Comidas de riesgo
Por otra parte, los investigadores observaron cuál era su conducta ante seis productos alimentarios con riesgo de producir alguna infección. Los encuestados, hombres y mujeres, tuvieron que elegir entre hamburguesa poco cocida, huevos crudos o poco cocidos, ostras crudas, leche sin pasteurizar, queso hecho de leche también sin pasteurizar y ensaladas. Los hombres eligieron la hamburguesa poco cocida y huevos crudos, mientras las mujeres que las mujeres escogieron las ensaladas.
Según los expertos que realizaron este estudio, los resultados pueden ser importantes para nuevas investigaciones médicas ya que al entender las diferencias alimentarías entre hombres y mujeres, puede ayudar a crear nuevas estrategias saludables.
Comer en pareja
Los datos vienen a confirmar que la vida en pareja no influye tan positivamente en la nutrición si no se toman las medidas para establecer una dieta equilibrada. Los cambios en las pautas de alimentación, el deseo de agradar al otro y una tendencia a dedicarle menos tiempo al ejercicio físico, así como la naturaleza simbólica que los alimentos asumen en una relación, son algunas variables que explican los cambios en la alimentación durante la convivencia, según un estudio reciente de la Universidad de Newcastle.
La investigación demuestra que las mujeres tienden a ganar peso e incrementar el consumo de alimentos con alto contenido de grasa y azúcar cuando se mudan a vivir con su pareja. En el caso de los hombres, ocurre lo contrario; al comenzar la convivencia reducen el nivel de grasa y azúcar, incrementando el de vegetales. La parte positiva, es que las mujeres tienen mayor influencia a largo plazo sobre la dieta y el estilo de vida de las parejas, principalmente porque en la mayoría de las parejas aún son quienes asumen el papel tradicional de compradoras de alimentos y cocineras.
La recomendación de los especialistas, es que las parejas que se mudan juntas deberían aprovechar el período inicial, de luna de miel e inmediatamente posterior, para hacer cambios positivos en su dieta y estilo de vida, trabajando juntos para lograr ese fin, y apoyándose mutuamente.
Es el resultado de un estudio presentado en la Conferencia Internacional sobre Enfermedades Infecciosas Emergentes, surge de una encuesta realizada entre 14.000 adultos estadounidenses. Los investigadores, han descubierto que los hombres prefieren consumir carne y mariscos; en cambio, las mujeres escogen las verduras, sobre todo las zanahorias y los tomates, además de las frutas como la manzana y las frambuesas, y los frutos secos, como las almendras y las nueces.
Mientras ellas se muestran partidarias por los huevos y los yogures ellos optan por el clásico asado y las carnes rojas, a ser posible muy crudas. En general, los hombres prefieren las comidas ricas en calorías, mientras que las mujeres buscan dietas saludables y livianas.
Herencia ancestral
Los investigadores creen que estas preferencias se pueden deber en parte a que el hombre primitivo era cazador. Necesitaba comer carne para protegerse de las inclemencias del tiempo, para aumentar su fuerza y musculatura y luchar contra los animales. No tenía tiempo para recoger frutas y hortalizas.
Las mujeres por el contrario se quedaban con sus hijos y tenían un acceso más fácil a los frutos, a las verduras y a la leche de los animales domésticos. Sólo cuando llegaban los hombres su dieta se enriquecía con carnes.
Cuidar el cuerpo
Los nutricionistas consideran que el hombre come mucho peor que la mujer. Ellas tienen más conciencia sobre la necesidad y la importancia de comer sano, quieren cuidar su silueta y su salud. El hombre, sin embargo, tiende a consumir carnes porque busca un mayor desarrollo muscular y culturalmente está marcado por una alimentación rica en calorías.
Sólo cuando el hombre sufre una enfermedad, si se le diagnostica hipertensión, infarto o si se le dispara el colesterol, cambia de actitud. No menos cierto es que algunos hombres de cierta edad y status social empiezan a comer sano para no aumentar de peso, y para estar a la altura de su pareja, que, en mucho casos, son varios años menores.
Culturalmente, el hombre está más atado a los placeres del comer. No se les puede cambiar los hábitos muy fácilmente. Pero la mujer está más predispuesta a lo nuevo. De hecho, hay más mujeres que hombres vegetarianas. Esta elección por las frutas y por las verduras le confiere a la mujer más protección contra enfermedades cardiovasculares, degenerativas y neurodegenerativas, artereoesclerosis, infartos y cáncer.
Comidas de riesgo
Por otra parte, los investigadores observaron cuál era su conducta ante seis productos alimentarios con riesgo de producir alguna infección. Los encuestados, hombres y mujeres, tuvieron que elegir entre hamburguesa poco cocida, huevos crudos o poco cocidos, ostras crudas, leche sin pasteurizar, queso hecho de leche también sin pasteurizar y ensaladas. Los hombres eligieron la hamburguesa poco cocida y huevos crudos, mientras las mujeres que las mujeres escogieron las ensaladas.
Según los expertos que realizaron este estudio, los resultados pueden ser importantes para nuevas investigaciones médicas ya que al entender las diferencias alimentarías entre hombres y mujeres, puede ayudar a crear nuevas estrategias saludables.
Comer en pareja
Los datos vienen a confirmar que la vida en pareja no influye tan positivamente en la nutrición si no se toman las medidas para establecer una dieta equilibrada. Los cambios en las pautas de alimentación, el deseo de agradar al otro y una tendencia a dedicarle menos tiempo al ejercicio físico, así como la naturaleza simbólica que los alimentos asumen en una relación, son algunas variables que explican los cambios en la alimentación durante la convivencia, según un estudio reciente de la Universidad de Newcastle.
La investigación demuestra que las mujeres tienden a ganar peso e incrementar el consumo de alimentos con alto contenido de grasa y azúcar cuando se mudan a vivir con su pareja. En el caso de los hombres, ocurre lo contrario; al comenzar la convivencia reducen el nivel de grasa y azúcar, incrementando el de vegetales. La parte positiva, es que las mujeres tienen mayor influencia a largo plazo sobre la dieta y el estilo de vida de las parejas, principalmente porque en la mayoría de las parejas aún son quienes asumen el papel tradicional de compradoras de alimentos y cocineras.
La recomendación de los especialistas, es que las parejas que se mudan juntas deberían aprovechar el período inicial, de luna de miel e inmediatamente posterior, para hacer cambios positivos en su dieta y estilo de vida, trabajando juntos para lograr ese fin, y apoyándose mutuamente.
Fuente:
Eleconomista.es
8 de Abril de 2008
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