El descuido de unos hábitos saludables de alimentación no debe hacer sucumbir en la trampa de las llamadas “dietas milagro”.
El verano y con él las vacaciones dejaron a muchos relajados, con algún kilito de más, con algún euro de menos, y probablemente mucho más bronceados de lo que debieran.
Ahora vendrán las prisas para recuperar la silueta perdida y la posibilidad de utilizar al menos una parte del vestuario del otoño anterior.
Y la prisa en estos casos suele resultar un mal aliado. El descuido de unos hábitos saludables de alimentación no debe hacer sucumbir ahora en la trampa de las llamadas “dietas milagro”. Es seguro que, en los próximos meses, este tipo de dietas volverán a ser difundidas a través de programas de televisión, revistas de moda, alimentación, etc.; todas tienen en común la promesa de una rápida pérdida de peso sin apenas esfuerzo. Lamentablemente, estas “dietas milagro” suelen ser más el fruto de la búsqueda de beneficios económicos inmediatos que de la imprescindible promoción de una alimentación sana y equilibrada, y son prescritas por personas sin conocimientos científicos ni profesionales en el campo de la nutrición.
Por eso, la Sociedad Española de Medicina y Cirugía Cosmética (SEMCC) considera óptima la iniciativa tomada desde el Ministerio de Sanidad, a través de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, para informar ampliamente a los usuarios sobre las mismas y estimular del incremento los controles sobre su publicidad; y desea implicarse y colaborar en la más amplia difusión de la campaña.
El problema es que suele tratarse de dietas muy restrictivas, en su composición o en su cantidad, es decir muy bajas en calorías; y aunque consiguen que el peso disminuya a corto plazo, constituyen un riesgo inaceptable para la salud ya que pueden provocar graves deficiencias de proteínas, vitaminas y minerales por la falta de consumo. Asimismo pueden producir efectos psicológicos negativos, por ejemplo problemas de obsesión sobre determinados alimentos que algunas de estas dietas establecen como “prohibidos”. Pueden desencadenar, incluso, trastornos del comportamiento alimentario (anorexia y bulimia), a veces de mayor gravedad que el exceso de peso que se pretendía corregir. Favorecen el efecto “rebote” o “yo-yo”: suele ocurrir que al abandonar estas dietas, las personas que las siguen no han aprendido a comer saludablemente, que es de lo que se trata, y vuelven a las costumbres que les hicieron engordar.
Debiéramos llegar al convencimiento de que el sobrepeso suele ser simple y desafortunadamente el resultado de unos hábitos equivocados mantenidos durante un tiempo prolongado: alimentación inadecuada y abandono de la práctica habitual de actividad física La reducción de peso que buscamos depende fundamentalmente de nuestra voluntad, con el cumplimiento de nuevos y adecuados hábitos, pero no a corto plazo, sino que habremos de estar dispuestos a hacerlo de por vida.
“Los expertos sabemos que adelgazar debiera ser siempre a expensas de la grasa corporal – afirma el Dr. J. Víctor García, Presidente de la SEMCC – , y que en general la reducción ponderal no debiera superar 1 kilogramo por semana. Que para perder 1 kilogramo de grasa (que es lo que debe perderse) por semana es preciso una reducción en el consumo calórico diario de 1.300 kilocalorías, y que para ello la alimentación debe ser suficiente, variada, equilibrada y agradable. Que debe repartirse la comida en 5 tomas diarias, escogiendo los azúcares complejos para el día y las proteínas para la noche. Que debe realizarse ejercicio físico todos los días, durante 10-30 minutos, evitando los esfuerzos excesivos y no debiendo superar una frecuencia cardíaca = 70% de 220 – edad”.
Todas estas cuestiones y muchas más sólo puede controlarlas un médico capacitado. Lamentablemente se ha tendido a banalizar la dietética, y pareciera que cualquiera es capaz de establecer un plan de adelgazamiento.
Sólo un médico cualificado, capacitado y habilitado, puede realizar una evaluación, un diagnóstico concreto, una propuesta terapéutica justificada y finalmente el tratamiento procedente, del que además deberá hacer el seguimiento oportuno, y asumir y tratar las complicaciones que pudieran producirse.
El verano y con él las vacaciones dejaron a muchos relajados, con algún kilito de más, con algún euro de menos, y probablemente mucho más bronceados de lo que debieran.
Ahora vendrán las prisas para recuperar la silueta perdida y la posibilidad de utilizar al menos una parte del vestuario del otoño anterior.
Y la prisa en estos casos suele resultar un mal aliado. El descuido de unos hábitos saludables de alimentación no debe hacer sucumbir ahora en la trampa de las llamadas “dietas milagro”. Es seguro que, en los próximos meses, este tipo de dietas volverán a ser difundidas a través de programas de televisión, revistas de moda, alimentación, etc.; todas tienen en común la promesa de una rápida pérdida de peso sin apenas esfuerzo. Lamentablemente, estas “dietas milagro” suelen ser más el fruto de la búsqueda de beneficios económicos inmediatos que de la imprescindible promoción de una alimentación sana y equilibrada, y son prescritas por personas sin conocimientos científicos ni profesionales en el campo de la nutrición.
Por eso, la Sociedad Española de Medicina y Cirugía Cosmética (SEMCC) considera óptima la iniciativa tomada desde el Ministerio de Sanidad, a través de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, para informar ampliamente a los usuarios sobre las mismas y estimular del incremento los controles sobre su publicidad; y desea implicarse y colaborar en la más amplia difusión de la campaña.
El problema es que suele tratarse de dietas muy restrictivas, en su composición o en su cantidad, es decir muy bajas en calorías; y aunque consiguen que el peso disminuya a corto plazo, constituyen un riesgo inaceptable para la salud ya que pueden provocar graves deficiencias de proteínas, vitaminas y minerales por la falta de consumo. Asimismo pueden producir efectos psicológicos negativos, por ejemplo problemas de obsesión sobre determinados alimentos que algunas de estas dietas establecen como “prohibidos”. Pueden desencadenar, incluso, trastornos del comportamiento alimentario (anorexia y bulimia), a veces de mayor gravedad que el exceso de peso que se pretendía corregir. Favorecen el efecto “rebote” o “yo-yo”: suele ocurrir que al abandonar estas dietas, las personas que las siguen no han aprendido a comer saludablemente, que es de lo que se trata, y vuelven a las costumbres que les hicieron engordar.
Debiéramos llegar al convencimiento de que el sobrepeso suele ser simple y desafortunadamente el resultado de unos hábitos equivocados mantenidos durante un tiempo prolongado: alimentación inadecuada y abandono de la práctica habitual de actividad física La reducción de peso que buscamos depende fundamentalmente de nuestra voluntad, con el cumplimiento de nuevos y adecuados hábitos, pero no a corto plazo, sino que habremos de estar dispuestos a hacerlo de por vida.
“Los expertos sabemos que adelgazar debiera ser siempre a expensas de la grasa corporal – afirma el Dr. J. Víctor García, Presidente de la SEMCC – , y que en general la reducción ponderal no debiera superar 1 kilogramo por semana. Que para perder 1 kilogramo de grasa (que es lo que debe perderse) por semana es preciso una reducción en el consumo calórico diario de 1.300 kilocalorías, y que para ello la alimentación debe ser suficiente, variada, equilibrada y agradable. Que debe repartirse la comida en 5 tomas diarias, escogiendo los azúcares complejos para el día y las proteínas para la noche. Que debe realizarse ejercicio físico todos los días, durante 10-30 minutos, evitando los esfuerzos excesivos y no debiendo superar una frecuencia cardíaca = 70% de 220 – edad”.
Todas estas cuestiones y muchas más sólo puede controlarlas un médico capacitado. Lamentablemente se ha tendido a banalizar la dietética, y pareciera que cualquiera es capaz de establecer un plan de adelgazamiento.
Sólo un médico cualificado, capacitado y habilitado, puede realizar una evaluación, un diagnóstico concreto, una propuesta terapéutica justificada y finalmente el tratamiento procedente, del que además deberá hacer el seguimiento oportuno, y asumir y tratar las complicaciones que pudieran producirse.
Fuente:
Busca Salud
4 de Septiembre de 2007
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