viernes, 4 de diciembre de 2009

Los siete signos de la edad



Llegados los 30, ya se pueden identificar al menos siete signos de la edad. Sepa cuáles son pero, eso sí, nada de alarmarse: todo es parte de un proceso natural que puede ser acompañado con buenos cuidados y buenos resultados.
por: Florencia Sánchez Valenzuela


A medida que las mujeres van cumpliendo etapas, es común que quieran preocuparse más de su cutis. Por lo mismo, las miradas prolijas frente al espejo se vuelven más frecuentes y develadoras. Llegados los 30 años, empezamos a encontrar pequeñas líneas de expresión alrededor de los ojos, en las comisuras de los labios, en la frente y en las mejillas. Y nos damos cuenta, también, de que la textura de nuestra piel no es la misma que teníamos a los 20 o 24 años.
Nada de esto nos sucede porque estemos demasiado avanzadas en edad, sino que se trata de un proceso tan natural como, por ejemplo –y entre otras cosas– expresar emociones. Cada vez que pasamos rabias, penas y alegrías, los músculos del rostro se mueven (se contraen y distienden), lo que a la larga da paso a las conocidas líneas de expresión. Si a esto se le suman los efectos del sol y los cambios hormonales que van experimentando todas las mujeres a lo largo de su vida, la aparición de ciertos signos es inevitable.
La Academia Americana de Dermatología distingue, al menos, siete: se trata de esas leves arrugas, la textura irregular que adquiere la piel (se va engrosando), la pigmentación desigual en distintas zonas de la cara, la falta de luminosidad, los poros visibles, esas manchas (oscuras o claras) que de repente aparecen y el cutis, que se vuelve más seco y tirante.
En un principio, hay aspectos que notamos más que otros. El más común es el de las pequeñas líneas de expresión que se forman en la frente y en el contorno de los ojos. Luego van apareciendo los otros.
Para tenerlo médicamente claro, los dermatólogos explican que las transformaciones que experimenta la epidermis responden a factores que se dividen en intrínsecos (o cronológicos) y los extrínsecos. Los primeros, como se mencionaba, se refieren a todos los cambios hormonales y musculares que experimenta una mujer en su vida, pero también a la genética. Y los segundos tienen que ver con el tabaquismo, la mala alimentación y, sobre todo, la exposición al sol.
1. Las líneas
De las arrugas nadie está libre. Las primeras aparecen en el contorno de los ojos y son más conocidas como “patas de gallo”. La piel de esta zona es 15 veces más delgada que la del resto de la cara y, por lo mismo, está más expuesta a sufrir los embates del tiempo. La expresión de emociones también incide en la formación de arrugas. Hay gestos conscientes e inconscientes. ¿Ejemplos de estos últimos? El parpadeo (el párpado es capaz de moverse 20.000 veces al día), los estornudos o el besar a alguien.

Un factor controlable dentro de los que inciden en las arrugas son los rayos UV. La dermatóloga y jefa del área de Salud y Belleza de Integramédica, Claudia Piper, explica que estos producen un engrosamiento de la capa de células muertas de la cara y alteraciones degenerativas tanto del colágeno como de las fibras elásticas.
Si bien las “patas de gallo” son difíciles de erradicar, sobre todo por su carga genética, sí pueden retardarse o hacer que sean menos profundas gracias al cuidado mediante factor solar y anteojos de sol. La formadora de Lancôme, Eliana Muñoz, recomienda la prevención: usar siempre una crema hidratante, ya que si se tiene la piel preparada desde que se es más joven, los resultados siempre serán mejores que en una que nunca fue cuidada.
2. Poros abiertos
Sumados a las arrugas aparecen los poros visibles. Piper explica: “Lo que pasa es que la piel se vuelve más gruesa y grasa. Entonces la solución está en las cremas antiacné y el peeling”.
Si bien con la edad la dermis (capa interna de la piel) se vuelve cada vez más fina –debido a la disminución de colágeno, de ácido hialurónico y de elastina–, la capa más superficial se engrosa.
Esto ocurre por la acumulación de células muertas, lo que hace que la piel se vea más opaca, amarillenta y se sienta más áspera”, dice Piper. La piel grasa tiene como resultado los odiosos poros abiertos, porque es a través de ellos que se elimina el exceso de grasitud. La experta en belleza agrega que “si cerráramos el poro, por ejemplo con astringentes, sólo lograríamos que se acumulara más grasa y se formaran puntos negros y/o espinillas. Lo que se debe hacer es disminuir la secreción de sebo y adelgazar la capa de células muertas, esto, con medicamentos orales o tópicos”.
La dermatóloga Alejandra Martínez agrega que la secreción de las glándulas sebáceas se activa por acción de las hormonas. En general, esto puede aparecer desde la adolescencia y se relaciona más bien con el acné. Respecto al tratamiento, la especialista aconseja “tener una rigurosa higiene facial (con jabones y gel limpiador) y cremas adecuadas a la patología, en general que contengan retinoides o ácido glicólico”.
3. La textura
Esa suavidad que teníamos a los 18 ya no es posible tenerla a los 30. “Lo notamos en una piel más acartonada, más gruesa, esa que cuando tocamos ya no tiene la suavidad de los 15 años”, dice la dermatóloga de la Clínica Las Condes Patricia Apt. El cambio de textura se produce por un engrosamiento irregular de la piel.
Cabe mencionar que el daño solar empieza a acumularse desde que nacemos. Por eso es que cuando pequeños notamos las primeras pecas. “La piel comienza a envejecer desde el minuto de vida. Aunque esto también varía de una persona a otra: hay gente que a los 40 se ve mejor que una de 30, y eso es algo que no sólo tiene que ver con los efectos de los rayos UV o con el tabaquismo, o el estrés, sino también con la genética”, advierte Claudia Piper.
Teniendo en cuenta que los rayos UV se van acumulando en nuestro cuerpo, no sólo es necesario tener estricto cuidado con esos veranos en que solemos tumbarnos al sol, sino también con esas caminatas entre la casa y el trabajo, o con el sol que llega por una de las ventanas del auto.
4. Tonos desiguales
Se conoce como pigmentación la coloración desigual que adquiere un rostro. Estos problemas surgen por el daño solar, pero también por la acción hormonal de los anticonceptivos y/o embarazo.
La dermatóloga Elena Shafir explica que estas diferencias de tonos del cutis se producen por la estimulación de los melanositos (productor de melamina, los que le dan color a la piel), que son generados por el cuerpo para defenderse del sol. La piel reacciona poniéndose oscura. El cuidado básico al igual que en los otros signos es la protección solar. El tratamiento más novedoso para este problema son las máscaras de peel-of de retinoides (restauradores) y con ácido mandélico (despigmentante).
5. Falta de luz
La disminución de luminosidad es un fenómeno que tiene una relación directa con el paso natural de los años, porque con el tiempo la piel comienza a acumular células muertas y brilla menos. Así de sencillo. Para esto Shafir recomienda el peeling con ácido lipoico, que además de sacar todas las células muertas quita los contaminantes ambientales acumulados en la piel, lo que aumenta la luminosidad en el rostro.
Claudia Piper, por su parte, aconseja hacerse tratamientos tópicos con alpha hidroxiácidos que facilitan la remoción de células muertas y pueden, incluso, estimular la producción de colágeno y de elastina.
6. La aparición de manchas
Respecto a las manchas, Elena Shafir aclara que las que son lisas no tienen riesgos para la salud, pero que hay que preocuparse si aparecen aquellas de textura más rugosa. “Esas pueden ser cancerígenas”, aclara.
Las manchas aparecen por la edad y se intensifican por la suma de todos los factores ya expuestos. Al igual que la pigmentación desigual, las manchas son causa de la estimulación de los melanositos, pero en un grado más alto. En la gente que no se quema café esta protección es menor, por lo que deben cuidarse más del sol.
Para ayudar a evitarlas, la doctora aconseja usar factor entre 30 y 50, y aplicárselo cada dos horas. “No hay ningún factor que proteja más que eso”, dice Shafir. También hace énfasis en preocuparse del tipo de factor que se utiliza, esto, en función de si la piel es grasa o seca. Respecto a lo mismo, la dermatóloga Alejandra Martínez habla de la importancia de ponerse loción protectora media hora antes de exponerse al sol y utilizarla todo el año, no sólo en el verano.
Estas manchas no siempre son oscuras. Cuando se destruyen los melanositos, aparecen las blancas. Claudia Piper afirma que la solución real para las manchas está en los tratamientos con láser o con nitrógeno líquido. También está la opción del peeling láser, “pero siempre quedará la tendencia; si la gente no se cuida, las manchas van a volver”, dice Shafir.
7. Sequedad
La sequedad y tirantez en el rostro, se deben a varios factores: deshidratación, sequedad ambiental, mala alimentación, factores químicos y deficiencias hormonales de las edades más avanzadas.
Esta sequedad es dañina para la salud de la piel, ya que causa irritación, grietas, piel escamada y áspera. “Para suavizar esto hay que hacerse tratamientos con hidratación facial, cremas hidratantes, ácido glicólico, ácido hialurónico tópico y cremas con reemplazo hormonal”, sentencia Claudia Pipper.
La fuerza de Newton
Los siete signos de la edad no aparecen todos de una vez, sino que van incorporándose e intensificándose de a poco a lo largo de la vida.
El envejecimiento cronológico comienza a los 30 años y se va haciendo más evidente de década en década. A los 40, las líneas de expresión pasan a convertirse en surcos más marcados (arrugas), porque la piel pierde la capacidad de rellenar estos espacios por la disminución de colágeno y elastina. A esa misma edad surgen problemas con la gravedad también. “La piel se suelta, porque los “elásticos” naturales de la dermis dejan de sostener la epidermis y ésta pierde firmeza y definición en los contornos del rostro”, dice Eliana Muñoz.
Luego, a los 50, sobreviene el envejecimiento hormonal debido a la menopausia y otras alteraciones de la edad. La piel se adelgaza, se pierde estructura celular y las distintas capas de la piel pierden la comunicación entre ellas, por lo tanto, la epidermis no tiene los nutrientes suficientes para verse más elástica y luminosa. Llegando a los 60 la piel se adelgaza más todavía y se vuelve más transparente y fina, pierde completamente su elasticidad y queda muy vulnerable al medio ambiente. Esto se debe a la pérdida de calcio.
¿Son reversibles?
La pregunta es: cuando se produce el envejecimiento (o el daño), ¿es posible revertirlo?. “Sólo en parte”, aclara la dermatóloga Claudia Piper. “Esto se logra con tratamientos tópicos con retinoides, antioxidantes (medicamentos presentes en cremas y que deben ser recetados por un doctor) y con tratamientos de láser fraccionado, que actúan directamente en las células”, agrega.
Por su parte, la dermatóloga de la Clínica Las Condes, Patricia Apt, sostiene que una vez provocado el deterioro es recomendable hacerse un tratamiento con láser, porque permite mejorar el aspecto envejecido (verse 10 años más joven). “El láser de todos modos provoca un pequeño efecto lifting debido a la retracción que se produce en la piel, es decir que se ve un poco más estirada, pero claramente es menor que lo que se consigue con el bisturí”, dice.
Otro de los tratamientos en boga es el peeling, que consiste en “pelar” la piel, capa por capa,mediante ácidos o un láser. De este modo se trabaja desde un lugarmás profundo y no sólo desde la superficie. El resultado es que la epidermis nueva viene con menos daños que la anterior y se ve más tersa. El láser y los ácidos dan opciones de mayor y menor profundidad e impacto, dependiendo del tratamiento de láser o tipo de ácido que se utilice.
Respecto de la cirugía, Piper advierte que ésta está indicada para casos más severos, como por ejemplo cuando sobra piel y deseamos reposicionarla. “Hay que acordarse de que la cirugía estira la piel, pero si a la cara le falta volumen y se opera sin rellenarla, los resultados son caras esqueléticas (piel y hueso). Por eso algunos rostros nos dan la sensación de estar excesivamente intervenidos”, dice.
Patricia Apt no descarta el bisturí, aunque recomienda complementarlo con otro tipo de terapias. ¿La razón? Lo que hace la cirugía es estirar, pero no reparar la piel dañada. “En cambio, si sanas la piel desde la célula, podrás tener un mejor resultado. En general trabajamos con ambos métodos, como terapias complementarias”, aclara.

Fuente:

La Tercera

4/12/09



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