viernes, 4 de diciembre de 2009

Las emociones y la piel


Nuestra piel es testigo y reflejo de todas las emociones. Sufre, padece y expresa todo lo que nos pasa. Por ello un buen masaje facial nos ayudará a tener luminosidad en el rostro.
¿Cómo influye en la dermis el paso de la tristeza, la alegría, la ira, el miedo, el temor, el deseo o el amor? La felicidad y el bienestar muestran un rostro luminoso y bello, mientras que la tristeza y el temor lo exhiben apagado y flácido, además de subrayar las líneas de expresión.
Luego de un periodo de estrés laboral, la pérdida de un ser querido o una ruptura sentimental la piel sufre un desajuste y se da origen al acné o la soriasis. Mientras que si se disfruta de momentos de bienestar, dicha y felicidad, la piel desprende una luz especial.
Ten en cuenta La dermis, aparte de ser la envoltura viva del cuerpo humano, es el órgano que se comunica con el mundo exterior y está íntimamente ligada al cerebro a través de hormonas y neurotransmisores.
La cosmética activa utiliza ingredientes capaces de estimular la liberación de las endorfinas, encargadas de potenciar la felicidad, el bienestar, el placer y la relajación.
La actitud positiva ante la vida es determinante en el proceso de envejecimiento, ya que estimula las moléculas del bienestar, directamente implicadas en la formación de la barrera cutánea y en la hidratación de la piel.
El olfato, la vista y el tacto también tienen un papel fundamental en el concepto de belleza con sentimiento, ya que el cerebro se sirve de estos sentidos para recordar experiencias y asociar ciertos olores a momentos dulces.
Ten en cuenta que una piel estresada debe recibir las virtudes de un tratamiento relajante, mientras que a una dermis triste le sentará fenomenal un serum que proporcione energía y la ilumine.
La ansiedad, la falta de sueño, los disgustos y los enfados intoxican la dermis, la llenan de impurezas y la trasforman en un manto opaco y gris que se puede convertir en luminoso y sonrosado con productos calmantes y desintoxicantes, siempre y cuando sonría a menudo.
No olvides
El miedo congestiona los músculos de la frente y los de la cuenca ocular, pronunciando las patas de gallo.
La tristeza dirige las cejas hacia abajo y desarrolla la flacidez del óvalo facial.
Los disgustos y enojos marcan sin piedad las arrugas del famoso código de barras, situado sobre el labio superior.
Las penas otorgan un aspecto melancólico al rostro, además de pintarlo de gris.
La alegría y una buena sonrisa iluminan la piel, envuelven la cara con una aureola de terciopelo y le dan brillo a la mirada.
Terra Perú/EFE


Fuente:

Terra.com

4/12/09



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